Déjame mostrarte una pequeña parte de mi.

Un trocito de lo que soy.

lunes, 9 de junio de 2008

Närä 6

Y peine Falcar. Cuando ya estaba convencida de que allí no había nadie que hubiera visto aquel chico que se había instaurado en mi cabeza, al parece de una forma permanente y a decir verdad obsesiva, llegó la hora de enfrentarme a mi padre. Temía lo que pudiera decir, no era algo agradable ni fácil de entender. Me iba, con solo 15 años, a poco de cumplir los 16, por todo Weedoha.
Tendría que retrasar el empiece de curso y de las clases de magia, y estaba completamente segura de que no me iba a ser fácil conseguirlo.
Era por la mañana, cuando entre al pequeño salón para hablar con él.
- Papa…. Quería hablar contigo. – mi voz sonaba indecisa y preocupada, reflejaba claramente como me encontraba.
- Dime Närä, ¿Qué te preocupa?- preguntó prestándome toda su atención.
- Veras…. – no sabía como empezar – Mira papa, creo que te voy a ser sincera, venía a decirte que me voy. – lo solté de golpe.
- ¿Cómo que te vas? – pregunto repentinamente serio. - ¿A dónde?
- Mira papa, creo que soy mayorcita, y me apetecía irme unos meses a recorrer Weedoha, la verdad es un mundo pequeño y hay muchos lugares que no e visitado y me gustaría ver. – Mi voz sonó más convincente lo de que esperaba, me felicite en mi fuero interno.
- ¿Qué tu vas hacer que? – preguntó muy enfadado de pronto. - ¿Con el premiso de quien señorita? – Malo, solo utilizaba la palabra señorita para referirse a mi cuando estaba realmente enfadado, y algo se revolvió en mi estómago. No quería acabar mal con el.
- Papa escúchame por favor. Mira, los estudios, estaría aquí para diciembre, y solo tendría que recuperar el primer trimestre; en magia sabes que voy muy avanzada para mi edad, y no pasaría nada porque no fuera los primeros meses de curso. – La verdad, sonaba razonable.
- Närä, ¡no, no, y no! Y no hay más que hablar. ¿Entendido? – Explotó
- Papa, es algo que tengo que hacer, por favor, confía un poco en mí. – Aquello le pilló con la guardia baja desde luego, porque lo note flaquear cuando contestó.
- Y, ¿como sobrevivirías?- pregunto triunfante.
- Papa, no pararé durante mucho tiempo en un mismo sitio, conozco gente aquí y allí, si no comeré en algún caserío que haya por el camino ¿vale?
- Närä… no estoy de acuerdo. ¿Lo sabes verdad? – Preguntó, más angustiado que enfadado.
- Papa, lo se, de verdad que lo siento. Pero e de irme. Estaré aquí para Navidad ¿vale? – Prometí, feliz por haberlo conseguido sin demasiadas reyertas. – Además, te escribiré cartas todas las semanas y te las mandare por medio de un Leembe ¿de acuerdo?
Sonreí abiertamente cuando por toda respuesta obtuve un leve movimiento de cabeza. – ¡Gracias papa!- exclame contenta. Le di un beso y me fui a mi Doha para acabar de meter todo lo necesario.
Corrimos hasta allí, donde precipitadamente empecé hacer mi maleta. Una vez seleccionado lo que me iba a llevar: 3 mudas, una manta, una mochila con comida, bengalas, cuchillos, peines y cosas de aseo, papel y elementos de escritura…Lo metí todo en la mochila
Una de esas mochilas en las que por mucho que metas cosas pesan apenas como si llevaras un libro gordo y que nunca varían de tamaño. Me la eche al hombro y monte en Lees.

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