Habían quedado en la estación. Era invierno y se hacían las 11 de la noche pues la luz hacía que hacía pocas semanas luchaba por durar lo máximo posible, ahora estaba extinta, daba unos tonos grises al ambiente que oprimían y te llevaban a un sentimiento de invierno mas allá que cualquier frió posible.
No había nadie a su alrededor. Miró la hora en su reloj de pulsera y, efectivamente, llegaba pronto.
Se sentó a esperar y leyó, "si, mejor, lee, así no te pondrás a pensar y evitaras ponerte mas nerviosa"
Todo era un sinsentido, ella se daba cuenta, pero por encima de todo, le apetecía estar allí.
Llego la hora y su silueta apareció en la tan conocida estación. Se levantó y se pusieron a caminar.
Nada podía para la cabeza de ella, pero por suerte las palabras salían solas, y el ambiente no llegó a estar tenso en ningún momento. Al contrario, se fuer relajando hasta llegar a un punto apacible, la calma previa a la tormenta.
Ella estaba cogida de su brazo, alzando la mirada para mirarle mientras caminaban sin rumbo, perdidos, simplemente andar, cenar, andar, hablar, y ella fue bajando la guardia.
El la entendía, si, la respetaba, quizás lo entendiera.. quizás no habría momento incomodo, quizás..
Y pasaron las horas y las nubes blancas que salían al hablar se iban haciendo más densas, y sus cuerpos cada vez buscaban mas el calor del otro. Y así terminaron, andando hacia el anden agarrados, helados y relajados.
Y todo se rompió, el final se lo llevó mientras ella miraba como él se alejaba. Trató de detenerle, de explicar, de mantenerlo junto a si, pero toda palabra fue vana y solo le llevaba más lejos mientras de paso le hería a ella.
Asique la chica bajo los brazos a modo de rendición y se resigno a guardar aquella tarde como un buen recuerdo que no se repetiría.
Y se dio cuenta de que igual había sido lo mejor. Asique en su cama, recordando... sonrió.
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