ADIOSES COMO PEDRADAS
Y así, de la misma forma que viniste partes,
bailándole al ámbar de los semáforos erguidos
que te despiden en posición marcial y resignada
e intermitean temblorosos al verte marchar.
Y hácese el silencio en la capital de los tímpanos saturados
empeñados en defender nostalgias como mapas embusteros
en los que todos los caminos llevan a una Roma en la que no estas tú.
¿Y para qué el sol? ¿Para qué los parques pariendo veranos de mofletes rojos,
para qué los bancos con sitio para dos?
Enloquece el cuerpo mientras la mano estúpida en vaivén concéntrico
dice un adiós que los labios callan a base de mordiscos de alma,
y rabioso escupo al suelo de un mundo que permite despedidas
mientras encamino mis azares hacia el dudoso mérito
de llenar de nuevo las ausencias de resacas
por entregarle a los bares sin nombre
las noches que guardaba para ti.
Emprendo retirada hacia el abismo
hurgando en los bolsillos de un silencio rancio
naufragio tras naufragio por no quemar las naves,
y me jode un sol que siempre llega tarde y apesta a destierro
y maldigo al dios de las distancias
que habita en los lavabos de los aeropuertos.
Y así, de la misma forma que viniste partes,
llevándote bajo el brazo los motivos
ni se te ocurra pedirme
sonrisas por skype.
Estás hecha de adioses.
Toda tú
eres una gigantesca despedida.
Me sabes a aeropuerto,
a andén,
a filas de embarque,
a notas en la pared
y a promesas.
Demasiadas promesas.
Uno no se acostumbra a esta relación de tres
en la que siempre estorba el equipaje.
Estás hecha de ausencias
siempre tú
decorando mis ciudades
con nostalgía
Desapareces
cuando te siento eterna.
Vuelas
cada vez que abres
el suelo bajo mis pies.
Tú,
que has deshecho tantos hombres
como maletas.
Yo,
que muero
por hacerte el amor
de los mortales,
tú,
empeñada en ser efímera
o del recuerdo borroso
de una noche etílica.
Estás hecha de ratitos
de suspiros
de vaivenes.
Siempre bajo las órdenes
estrictas
de un calendario
cada vez más y más pequeño.
Te quiero
querer
a solas
pero siempre vigila
la pervertida mirada
del enorme reloj
de un aeropuerto.
Siempre
más ganas de ti.
Siempre
la misma frase:
-dáme tan solo
una más de tus noches-.
Vienes y vas
como las olas
y me dejas empapadas las mejillas
y te llevas la arena de los relojes
por los que no corre un solo grano
hasta tu vuelta.
Si vuelves.
Y tus adioses vuelven a ser como pedradas,
y los bancos repletos de parejas
que no visten nuestros nombres.
Y sigo haciendo de los bares un altar a tu recuerdo
rellenando con resacas tus vacíos.
Y ni rastro de ti por esa Roma
a la que me llevaron con embustes
todos los caminos del mapa.
Y ahora sí hasta aceptaría
un te añoro por el chat del caralibro
un me gusta en mi perfil izquierdo
o una tímida sonrisa por skype.
Cualquier cosa
que me sepa
levemente
a ti.
¿Y si vuelves?
Estás hecha de adioses.
Toda tú.
Si vuelves y dices hola
sin pasaje de vuelta
sin reloj, ni aeropuertos, ni nostalgias.
Si llegas
y te quedas…
…estás hecha de adioses…
si te quedas
no serías tú,
y puede
que entonces yo
tuviera que marcharme.
Cuando dijiste adiós
llevabas una especie de hasta luego
colgado sin disimulo en la mirada.
Por eso espero.
Emprendiste retirada hacia el abismo
regando por si quisiera seguirte
los caminos con huellas descalzas
siempre dirección al sur.
Poe eso te busco,
persigo cada pista con tu nombre
por devorarte siguiendo la receta
que dibujan en tu espalda
pecas, lunares y omoplatos.
Y tú huyes,
dejando un pie en la retaguardia
mientras sueltas sin disimulo
migas de pan que los relojes
mastican a boca abierta
empeñados en hacerte efímera
y borrar del mapa aquella Roma
con todos sus caminos de regreso.
Porque ni tú te creías tus palabras
de boca pequeña
y gigantesca herida.
Por eso espero cada día,
y cada noche,
mucho más cada noche...
-Me voy-,
decías con los labios
mientras los ojos pedían a alaridos
lanzar las anclas y amarrarse fuerte
justo al estribor nuestra almohada.
-Me voy-,
jurabas firmemente
pero de tus dos tús
al menos uno quería
quedarse para siempre.
Por eso espero.
Que he aprendido costura
para romperte sin culpa los botones;
modales,
para desnudarte sin elegancia alguna;
y cocina,
pensando en el manjar prohibido
que sé que reservas
como postre.
Tú mientras disfruta, no importa,
cuélgate de otras pieles.
Ya te cansarás del sabor a chasco de las envolturas.
Yo mientras me iré despellejando el pecho,
a jirones,
para que a tu vuelta encuentres
solo hueso
y me pidas con esos ojos que resucitan personas,
a gritos,
la carne...
Pablo García-Ines
Y llegas y encuentras cosas así. Justo cuando te marchas, justo cuando tu camino emprede un sendero completamente distinto al que llevabas, y llegas y lo lees y te llega al alma, porque cuando creias que estabas sola encontraste a alguien a quien echar de menos.
Y de nada vale lamentarse o mirar el reloj a cada rato, porque siempre corre, hacia delante, y por mucho que lo mires no cesará su tic tac incesable, llevandote a un pais que no es el tuyo.
Y de nada vale tampoco acojonarse, mirarse las manos y pensar que tienes miedo, de nada vale pararse a pensar en que aparentemente hay gente que te echará de menos, gente con la que no contabas, gente que es nueva,tierna, recien descubierta.
¿Y lo mas impresionante de todo? que es probable que también te quieran.
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