Närä 5

Decidí pasar por casa antes para ver como había pasado la noche mi padre, ya que se me había olvidado avisarle de que no la pasaría en casa.
Baje del lomo de Lees, y me precipite hacia el interior de la habitación principal, el jubilo de tan solo unos instantes por el viaje había sido sustituido por pánico y no sabía muy bien por que. Cuando llegue al salón, estaba mi padre con la mirada perdida mirando por la ventana.
- Papa. Menos mal que estas bien. - aquella sensación de angustia disminuyo sobremanera. Pero cuando mi padre me miro, instantes después, un pánico más intenso que el anterior me oprimió el corazón.
Mi padre miraba en mi dirección, más o menos, pero aquella mirada no tenia vida, estaba vacía, estaba ciega.
- ¿Närä, eres tu?- pregunto un poco angustiado.
- ¿Qué a pasado? ¿Que te han hecho?- pregunté alarmada mientras corría hacia él e intentaba encontrar en aquellos vacíos ojos algo del reconocimiento con el que me miraban hacía tan solo unas horas.
- No lo se hija, de verdad que no lo se- me contesto confuso y angustiado – de madrugada llamaron al timbre y salí, como puedes entender, un poco confuso. Era una mujer con el pelo tan rojo como el atardecer y los ojos completamente negros, una mujer hermosa, la verdad, pero daba…– pareció buscar la palabra adecuada- daba miedo, eso es, miedo.
Me preguntó por un chico alto de pelo color cobrizo y ojos azules. Bueno, pues como es natural, le dije que no había visto al chico.
Ella negó con la cabeza y parecía bastante frustrada la verdad, y me dijo que él había vuelto, y para más detalles me dijo que hacia unas pocas horas. A pesar de eso, yo le dije que por aquí no había pasado nadie.
Ya se iba cuando se dio la vuelta y soltó una maldición por lo bajo y me lanzó una honda de energía que se estampó contra mi empujándome contra la pared y perdí el conocimiento. Cuando desperté, no veía nada.
Me quede pensativa durante unos instantes, y le dije.
- Déjame intentar curarte papa
Acerque mis manos a sus ojos y como cada vez que curaba, visualice el ojo, los tejidos dañados, las conexiones rotas, y empecé con la labor de repararlas, colocar en su sitió todas la piezas. Después de un rato mi padre volvió a enfocar, a ver.
- Gracias pequeña.
- Papa… siento no haber pasado la noche en casa, pero me quede dormida. – me sentía culpable de verdad, quizás hubiera podido evitar aquel desastre.
- No pasa nada, ¿vas a quedarte a comer?- era una pregunta meramente formal, no le importaría si rehusaba quedarme.
- No papa. Me voy a dar una vuelta, solo pasaba a avisarte, te quiero.
Me di la vuelta y salí por la puerta, llame a Lees, y echamos a andar. Fuimos casa por casa paseando por las calles ensemilladas con aquellas semillas blancas, azules y grises alternativamente y completamente lisas hasta que llegamos al mercado, lugar lleno de gente; tanto nires como humanos, silfos, enanos, etc. Era un lugar muy concurrido, con aquellos maravillosos olores, las lonas de parte a parte de las pequeños puestecillos que poblaban el lugar, cubriendo el sol; las voces y las caras. Me llevaría tiempo peinar aquel sitio. Pero, lo peine, y no encontré a nadie que hubiera visto a alguien como aquel misterioso chico.