Y la vida se le escapó de las manos.
Se le terminó y aún le quedaban demasiadas cosas por hacer.
Tumbada en la cama le miro respirar,
respiración irregular,
denota su fragilidad, su falta de casi un pulmón,
su cuerpo herido y enfermo, que deja de funcionar como debería.
Me acuerdo de la madre,
que también se fue por culpa de un cáncer de pulmón,
y después,
inevitablemente
me acuerdo de los últimos momentos de la mia.
Veo como la morfina cobra importancia,
y quitar el dolor,
y paliar,
y aceptar,
y por ende rendirse
también.
También ves como el luchar la pierde
y poco a poco solo queda la cruda realidad,
contra la que no puedes hacer nada.
Reconozco que yo solo viví el final,
y reconozco también que yo no acepte nada,
puede que mi cuerpo lo hiciera por mi,
pero yo no acepte la vida que tengo ahora,
yo no la pedi,
no me la pude imaginar,
y de haberlo hecho,
habría salido corriendo en aquel momento.
Habría gritado, zarandeado a mi madre y rogado que no me dejase.
Me choca ver como el cuerpo humano se colapsa hasta desvanecerse,
me impacta ver como solo puedes ver el paso implacable del tiempo y ver como a quien amas deja de ser un ser humano para convertirse en un saco de huesos.
Me impacta saber que duele, me impacta ver como dejas de comer,
como lógicamente no vas al baño,
como estas drogado, contra el dolor claro,
y dejas de moverte,
como no puedes hablar y
un buen día todo se termina.
Y ya está, fin de la historia.
No hay finales gloriosos,
no hay finales bonitos,
solo,
finales.
El cuerpo deja de funcionar
y
tu
te mueres.
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